La persona comprometida se empeña honestamente y con medios pacíficos, en la transformación social y política de sus países, y de las estructuras sociales para alcanzar la justicia.
La educación de la persona comprometida, según la perspectiva ignaciana, requerirá que nuestras escuelas ofrezcan a los alumnos y alumnas experiencias transformadoras para ayudar a formar corazones y mentes expansivos, y personas realmente solidarias con todos los que sufren, los desfavorecidos y los oprimidos. Nuestra propuesta educativa debe llevar a la persona a discernir las necesidades más urgentes de nuestros tiempos, para que nuestras maneras de servir sean tan ricas y tan profundas como nuestras maneras de amar.